Hace ya algún tiempo, en un pequeño nido, habia una hormiga reina que daba risa. Siempre decía "haced esto" o "haced lo otro" y nadie le hacía caso. Pero la reina no quería caerle mal a nadie y nunca castigaba a quien no le hacia caso, y por eso no tenia autoridad.
Un buen dia, cansada de que le pasaran por alto, llamó Saltamontelín, un saltamontes mago, y le encargó un conjuro para que sus hormigas le obedecieran.
Saltamontelín trabajó duro, y aunque consiguió muchas cosas increibles como galerias que se construian solas, no consiguió el conjuro que la hormiga reina necesitaba.
Lita, que andaba por el mismo pueblo recorreindo mil aventuras, se enteró de la noticia, e inmediatamente se dirigió al palacio de la reina y mando decirle que ella tenía el conjuro que le daría la solución. Le entregó a su alteza dos trozos de pergamino escritos con letras de colores brillantes.
- Alteza, estos son los conjuros, utilizad el primero antes de decir aquello que quereis que vuestros subditos hagan y el segundo cuando lo hayan terminado esperando una sonrisa por su parte que os indique que los subditos siguen bajo su poder. Hacedlo tal y como os he dicho y este conjuro durará para siempre.
La reina queria probarlo, así que se dirigió a Pinturela y con los pergaminos en la mano le dijo:
- Por favor Pinturela, enseñame ese cuadro de palacio que estas pintando.
Pinturela, sorprendida por las palabras de la hormiga reina, a la que nunca habia oido decir "por favor" se dirigió a ella con el cuadro en la mano y se lo enseñó.
La reina, tras mirarlo sin mucho interés dijo a continuación:
- Gracias Pinturela, puedes retirarte.
La hormiga pintora, al escuchar esa amabilidad de la reina, sonrió y se retiró a seguir pintando. ¡Habia funcionado, la pintora le habia hecho caso, y además habia sonreido, seguia bajo su poder!
La hormiga reina, agradecida, invitó a Lita a quedarse con ella y ser su mano derecha, tendría un gran poder sobre el resto de hormigas.
Pero Lita decidió que prefería continuar sus aventuras. Antes de marcharse, la reina le preguntó por el origen de sus conjuros, queria saber como los habia conseguido.
- La verdad es que no son conjuros magicos -dijo Lita - es algo que aprendí cuando era pequeña, mi mamá siempre repetía que con educación y buenos modales se puede conseguir todo. Y tenía razón, tú, gran reina, solo necesitabas educación y buenas palabras para conseguir todas las cosas justas para tu reino.
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