viernes, 10 de septiembre de 2010

LA HORA DEL SILENCIO


Hoy había sido un dia un tanto peculiar en el colegio. Habia llegado a la clase de Mario un niño nuevo, Tomás, que venía de una gran ciudad con montones de tiendas, gente y espectáculos.

Todos sus compañeros le querian dar la bienvenida, pero el niño lo unico que hacia era mover las manos y al llamarlo por la espalda, ni si quiera tenia la decencia de girarse a ver quien le estaba llamando.

Todos los niños de la clase se enfadaron con el, pues pensaban que era demasiado engreído por no querer hablar con ellos porque eran niños de un pueblo pequeño que no habian visto tantas cosas como él.
Al llegar a casa, Mario, muy enfadado le conto a su amiga Lita todo lo que habia ocurrido. La hormiguita, decidió ir al dia siguiente a la escuela con Mario, porque queria ayudar a su amigo y a todos los niños de la clase.

A la mañana siguiente, Lita estaba lista para ir al colegio con una gran bolsa llena de cera. Cuando Tomás llegó al colegio, todo siguió igual, solo movia y movia las manos, sin soltar ni una palabra.

Lita, se acercó a la oreja de Mario:

- ¡Mario Mario! ya se lo que le pasa a tu nuevo compañero - le dijo la hormiga
- ¡Si! es un engreído - replicó Mario - miralo ahí sin hacernos ningún caso a nadie
- No amiguito - si haces lo que te digo podrás comprenderle, escuchame bien...

Después de hablar con la hormiguita, Mario se puso manos a la obra, y les explicaba a todos sus amigos lo que Lita le habia contado y les repartia 2 pedacitos de la cera que la hormiga habia llevado al colegio.

A la hora acordada, todos los niños de la clase se pusieron la cera en los oidos, de manera que no podían escuchar nada. Ese era el plan, tenia que llamarse y hablarse entre ellos. Al principio era divertido, pero al cabo de un rato, les resultaba demasiado complicado entenderse entre ellos.

Al final de la mañana todos los compañeros entendieron que eso era lo que le ocurria a Tomás, que no podia entenderles porque no podia escuchar lo que decian, habia nacido sordo. Cuando llegó al hora de entrar al colegio de nuevo, todos los compañeros tenian una propuesta, "La Hora del Silencio", que la profesora aceptó encantada.
Todos los dias dedicarian una hora a aprender el lenguaje de los signos y enseñarle a Tomás a leer los labios. De esta manera Tomás, Mario y los demás niños de la clase podrían jugar, charlar y reir juntos.

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